Usando rúbricas de evaluación
21.09.2021
Docencia
Uno de los retos más comunes en la docencia universitaria actual es la traducción de apreciaciones cualitativas en una calificación cuantitativa. La obligación de reportar una nota cuantitativa al final del curso nos impele a innovar y buscar maneras de presentar esta nota a la vez que nos permitimos evaluar a nuestros estudiantes en términos cualitativos. Balancear estas dos caras de la evaluación es, pues, una de las habilidades más importantes que tenemos que desarrollar como docentes.
En mis cursos, he implementado el uso de rúbricas de calificación para enfrentar esta dificultad. Las rúbricas de calificación tienen la virtud de permitir la evaluación en distintas dimensiones, asignando apreciaciones cualitativas a distintos niveles de medición cuantitativa. Con esta herramienta, además, los estudiantes pueden ver con claridad sobre qué aspectos y en qué niveles de competencia se les está evaluando. Esto hace del proceso de aprendizaje uno más transparente, tanto para los estudiantes como para los docentes.
Ahora bien, pese a sus virtudes, las rúbricas de calificación también tienen riesgos que hay que tener presentes. Uno de estos riesgos es el de la tentación de modificar la rúbrica de calificación según vamos avanzando en la evaluación, especialmente con el fin de acomodar calificaciones cuantitativas a nuestras intuiciones. No es raro vernos preguntándonos cosas como “¿Cómo es posible que este trabajo saque 4.2 si me parece un 4.7?” o “¿Cómo puede ser que este trabajo saque 3.5 si debería sacar menos de 3.0?”. El problema que tenemos que enfrentar aquí es que la rúbrica no siempre se alinea con nuestras intuiciones, pero no es claro si es la rúbrica la que está fallando, o si es nuestra intuición la que puede estar sesgada (por ejemplo, por sentir afinidad o tener problemas con un estudiante o un tipo de trabajo).
Para atacar esta dificultad, es importante definir las rúbricas antes de comenzar cualquier evaluación, y no modificarlas (al menos no radicalmente) una vez hayamos comenzado la evaluación. Esto nos obliga a pensar de manera más explícita en los criterios de evaluación previamente y nos ayuda a ser conscientes de nuestros posibles sesgos. Si bien algunas divergencias entre la rúbrica y nuestras intuiciones pueden llevarnos a refinar la rúbrica y podemos permitirnos ciertos grados de libertad, es clave para el docente ser crítico con su propia evaluación también y aceptar que existe la posibilidad de que haya sesgos afectando el proceso de evaluación.
En mi experiencia, las rúbricas han sido una clave para evaluar de manera transparente y me han permitido ser más consciente de dos procesos clave en la evaluación. Por un lado, las rúbricas me han obligado a ser claro con mis criterios de evaluación, lo que a su vez me ha obligado a dar más claridad a mis objetivos con los trabajos asignados. Adicionalmente, las rúbricas me han ayudado a comunicarme mejor con mis estudiantes sobre qué competencias espero que desarrollen en mis cursos, y para ellos han sido una herramienta central para entender las apreciaciones cuantitativas que reciben.